RESUMEN: Se hace una reflexión acerca del lugar del niño en la clínica. De la necesidad de darle un lugar de palabra, que le permita expresar y elaborar su
demanda, su malestar y su sufrimiento; un lugar de construcción de su historia, su narrativa, los enunciados en primera persona. Se señala la importancia de la función y el
valor de la palabra y el lenguaje sin reducir la escucha a una búsqueda de ítems para cuadrar en un diagnóstico.
Se defiende una clínica del sujeto frente a la clínica de la enfermedad. Se indica la necesidad de entender el déficit y el trastorno como diversidad funcional y como mecanismos creativos de
reconstrucción, adaptación y afrontamiento. Se cuestiona la psicopatologización y medicalización de los malestares y problemáticas del niño, que convierten (con una concepción biomédica) los
comportamientos conflictivos, problemáticos o que no encajan con la norma en síntomas en la busca ad hoc de un diagnóstico. Mientras, quedan sin resolver, por ignorancia y por falta de recursos,
los graves problemas mentales del niño. Se hacen necesarios otros enfoques y nuevos paradigmas para concebir y entender la expresión psíquica y los malestares del niño, así como otras formas de
intervención clínica y de afrontar los cuidados y la atención en salud mental infantil en el marco comunitario.